Raymond Williams y la Historia de la
comunicación
Ficha de cátedra elaborada por la Dra. María
Marta Luján
Los estudios culturales ingleses incluyen pensadores como Raymond
Williams, E. P. Thompson, Stuart Hall, Richard Hoggart, entre otros. El
contexto en el cual emergen los Estudios Culturales ingleses contemporáneos se
remonta al momento de la posguerra, cuando se producen importantes cambios
culturales, económicos y políticos propios del Estado de Bienestar en
Inglaterra. La expansión de las oportunidades de la educación luego de la
guerra y la extensión de la educación de los adultos tuvieron efecto sobre las
clases subalternas que no habían heredado la tradición intelectual. Justamente,
Williams, Hoggart y Hall trabajaron en la educación para adultos. Esta
circunstancia motivó un interés creciente por comprender las formas de la vida
diaria, el estudio de la cotidianidad, en la cual parecen encontrarse los
rasgos de una cultura persistente de la clase trabajadora frente a la creciente
expansión de la cultura de masas o mercado.
Williams proviene de la clase obrera y también dedica sus años de inicio
intelectual a la educación de adultos como tutor para la Universidad de Oxford.
Los aportes de Raymond Williams a los estudios de la comunicación se
vinculan, fundamentalmente, a su postura superadora en relación a una historia
de la comunicación centrada en las técnicas, las herramientas o aparatos, que
él concibió como un “determinismo tecnológico”, y que lee la evolución humana
en términos de desarrollo de los avances tecnológicos. (Propuesta de Marshall
Mc. Luhan). Tal postura adscribe a la tecnología un conjunto de intenciones y
efectos independientes de la Historia.
A contrapelo de esta tradición en los análisis de los medios, Williams
sostiene que el desarrollo tecnológico encuentra su espacio sólo en la medida
en que se vincula con el orden social de una época; responde a ciertas
necesidades sin las cuales tal desarrollo no se hubiera producido; a su vez,
las nuevas modalidades comunicativas provocan efectos en las conductas de las
audiencias, generan procesos sociales y culturales –su reproducción o
transformación- que son variables a través de tiempo. El producto de esa
relación (tecnologías sociedad/cultura/) es lo historizable.
Por ejemplo, cuando surge la escritura, surge una nueva técnica de la
comunicación, otro medio para la transmisión de mensajes. Pero las
contribuciones de la escritura no se quedan ahí, también aporta al desarrollo
de la economía, permite cuantificar y registrar la producción. Desde este punto
de vista, Williams señala que la escritura facilita “la identificación de mercaderías, el registro de tipos y cantidades de
bienes, el cálculo de beneficios y pérdidas”.
La escritura, en su avance constante, desencadena cambios tecnológicos
acordes a las transformaciones en los sistemas de comunicación (poco a poco, se
desarrolla el barro, el papiro, el pergamino, el papel, y hoy la computadora).
En
este aspecto que atañe a los cambios tecnológicos, Williams hace una diferencia
entre técnica y tecnología:
La técnica de la escritura es
una cosa, pero la tecnología de la escritura implicó, no sólo el desarrollo de
instrumentos y materiales de escritura, sino también el desarrollo de un cuerpo
amplio de conocimientos, y especialmente de la habilidad para leer, que en la
práctica, era inseparable de
las formas más generales de organización social. (Williams, Vol. II,
1981:190).
En opinión de Williams, la escritura como sistema
constituye:
…un paso trascendental en la
historia de la humanidad. Nos permitió liberarnos, no sólo de las limitaciones
del tiempo y del espacio en la transmisión de mensajes, sino también de las
limitaciones de lo que un hombre podía pensar y recordar en la adquisición de
conocimientos. (Williams, Vol.I,
1981:64).
La escritura permite al hombre que sus ideas - sin
su presencia física - puedan llegar a otros hombres e intercambiarse,
independientemente del espacio físico y del tiempo. En primera y en última
instancia, la escritura hace que el hombre avance en su pensamiento.
Hoy estamos presenciando cambios trascendentales en los
sistemas de comunicación, como lo fue en su momento la creación de la
escritura, luego la imprenta, y en este siglo, la computadora. Aunque las
Nuevas Tecnologías de la Información sean un componente vital, en última
instancia, son una parte de la producción
social, que es la que está sufriendo la gran transformación. De esto se
deduce – según Williams- que “ningún adelanto tecnológico existe por sí
mismo, sino que lo hace en función de las circunstancias en las que se
encuentra inmerso”.
Para comprender los medios de comunicación, su tecnología y su
producción, se debe historizar, se debe considerar su articulación con el
conjunto específico de
intereses dentro de un orden social; tal articulación debe ser leída en
sus cambios a través del tiempo.
Por ello, una historia material de la cultura y una historia cultural de
la comunicación, deben restablecer los diferentes momentos culturales y sus
“estructuras de sentimiento”;
El concepto de estructura de sentimiento sirve para caracterizar la experiencia
de la cualidad de la vida en un tiempo y espacio determinado, es la cultura de
un momento histórico particular, evoca un conjunto común de percepciones y
valores compartidos por una generación. La estructura de sentimiento es una
cultura vivida y experimentada por un grupo, sólo accesible a éste y con la
posibilidad de ser observada con la ayuda del tiempo.
La Historia debe ser analizada
como un proceso de cambio dinámico; las estructuras de sentimiento cambian
históricamente y emergen formas dominantes pero también opositoras. El proceso
histórico es siempre un proceso cambiante y en movimiento, considerando que las
prácticas pueden ser dominantes, residuales o emergentes.
Lo dominante implica aquello que
es caracterizado por los rasgos de un sistema cultural; lo residual es
lo que ha sido formado efectivamente en el pasado, pero todavía se halla en actividad dentro del
proceso cultural (no sólo como elemento del pasado sino como un efectivo
elemento del presente); lo emergente son los nuevos significados y valores,
nuevas prácticas, nuevas relaciones y tipos de relaciones que se crean
continuamente.
Williams pone el acento en la noción de conflicto, diferencia y
contradicción, hace hincapié en la capacidad humana de cambio por sobre sus
determinaciones.
Su argumento de que una cultura está compuesta por un conjunto de
relaciones entre formas dominantes, residuales y emergentes es un modo de
enfatizar la cualidad desigual y dinámica de un momento determinado; representa
un alejamiento de los análisis de épocas históricas donde los períodos o
estadios de la historia se suceden unos a otros y cada época se caracteriza por
un modo dominante o espíritu de tiempo. Cada época no sólo consiste en diferentes
variaciones o estadios, sino que cada punto está compuesto también por un
proceso de relaciones dinámicas y contradictorias en el juego de las formas
dominantes, residuales y emergentes. Esto abre un espacio para analizar el rol
que las identidades y los movimientos subversivos y de oposición desempeñan en
la cultura dominante, y cuál es su eficacia para cambiarla.
Ni las relaciones residuales o emergentes existen de manera simple,
“dentro de” o “junto a” la cultura dominante. Se verifican procesos de tensión
continua, que pueden tomar tanto la forma de la incorporación, como de la
oposición dentro de ella. Las formas residuales son diferentes de las arcaicas
porque aún están vivas, tienen uso y relevancia dentro de la cultura
contemporánea; representan a una institución o a una tradición que aún está
activa como memoria en el presente, y puede tanto apoyar la cultura dominante
como proporcionar los recursos para una alternativa o una oposición a ella. El
surgimiento del extremismo religioso en diversas partes del mundo es un ejemplo
de forma residual que desafía a la hegemonía del capitalismo liberal en
Occidente.
Por ejemplo, mucho después del surgimiento de la escritura como medio,
seguían desarrollándose prácticas de comunicación oral, que interactuaban con
el texto escrito o lo utilizaban como fuente. Otro ejemplo lo constituye el
periodismo escrito, una forma comunicativa residual pero activa, aún vigente en
la época de internet.
La Historia material de la comunicación propuesta por Williams, se
inscribe en el marco del materialismo cultural, un método de análisis desde el
cual se intenta observar las implicaciones de la cultura dentro de procesos
históricos y de cambios sociales. Desde esta postura, Williams discute al
marxismo ortodoxo por distintas razones: la reducción de la superestructura a
un mero reflejo de la base material, la abstracción del proceso histórico, la
visión de las necesidades humanas como meras necesidades económicas y no
sociales, la marginación de lo cultural dentro de la organización económica.
Por su parte, Williams verá que todas las prácticas son sociales y que
contienen elementos tanto materiales como simbólicos; señalará la importancia
del componente material, la materialización de lo simbólico en la base de la vida
material y de la experiencia social y, por lo tanto, su presencia dentro de las
relaciones sociales y productivas. Su texto Marxismo
y Literatura se puede ver como
una respuesta al marxismo de la época, que tiende a privilegiar la base
económica, a ver a la cultura como un simple reflejo y que constituye una visión
mecanicista del cambio cultural.
Sin embargo, existe un vínculo entre materialismo cultural y materialismo
dialéctico e histórico: el concepto de materialismo cultural es materialista
porque sugiere que los artefactos, las instituciones y las prácticas culturales
están, en cierto sentido, determinados por procesos “materiales”; es cultural
porque insiste que no hay una realidad cruda y material más allá de la que
sustenta la cultura, la cual, en sí misma, es material.
De esta manera, Williams acepta “la fuerza organizadora del elemento
económico” pero enfatizando los problemas “superestructurales” como históricos,
es decir, que no son reflejo de cierta estructura económica, sino más bien la
interacción de elementos complejos, en donde conviven rupturas y continuidades
e incluso autonomías limitadas.
Williams concibió al materialismo cultural como un método y como un
término crítico; si bien no negó su origen y extracción marxista, fue insistente
en el hecho de evitar nociones rígidas. El materialismo cultural se desarrolla
a partir del materialismo histórico, pero es crítico respecto del determinismo económico, y, en particular, de
la división jerárquica Base/Superestructura, por la cual las instituciones
políticas, las formas culturales y las prácticas sociales se ven en tanto
reflejos y están gobernadas por fuerzas o relaciones económicas. Williams
destaca la necesidad de que se considere a la “base” y a la “superestructura”
como un proceso que incorpora diferentes tipos de relaciones, más que como una
estructura invariable. Subraya la importancia de desarrollar una teoría del
poder y de la ideología que pueda abarcar una gama de formas de producción. Se
pregunta, por ejemplo, por qué el pianista debe ser considerado menos
productivo que el fabricante del piano.
El Materialismo cultural sostiene que toda la teoría de la cultura (no
sólo la marxista) que presuponga una diferencia entre arte y sociedad, o
literatura y contexto, o comunicación y economía, está negando que la cultura
–sus métodos de producción, sus formas, instituciones y tipos de consumo- son
centrales para la sociedad. Las formas culturales nunca deben verse como textos
aislados, sino incorporados dentro de relaciones y procesos históricos-materiales
que los constituyen y dentro de los cuales desempeñan una función esencial.
El argumento de Williams sobre que los medios de comunicación son
esencialmente medios de producción, en lugar de estar subordinados a un proceso
primario más “real”, es crucial para esta perspectiva. La comunicación humana
(sean las formas naturales, como el habla, las canciones, la danza y el teatro
o los medios tecnológicos) es socialmente productiva en sí, dado que es
reproductiva; además, es similar a otros procesos productivos. Las tecnologías
de producción cultural tienen una función crucial en la modelación de formas e
instituciones culturales, pero no las determinan.
En cuanto a la comunicación y los medios, hay que considerar cómo la de
Williams supera la visión canónica de la comunicación. Primero, la convencional
(el modelo de Lasswell) caracterizada por una visión claramente lineal, por una
perspectiva más “tensa” , en la que la comunicación se entiende como proceso de
negociación e intercambio de significados, a través de los cuales interactúan
las “realidades y personas dentro de culturas”, lo que permite la emergencia y
producción de significados.
La noción de comunicación tiene en Williams una perspectiva materialista
y cultural que renuncia a determinismos tecnológicos. La cultura posee una
dimensión individual y colectiva de significados, valores, implica concepciones
del mundo, formas de sentir y actuar, las cuales se encarnan en el lenguaje y
se enmarcan dentro de las instituciones sociales concretas, determinadas por
circunstancias materiales.
La historia de los medios de comunicación se relaciona con la historia
de la producción cultural, la cual se encuentra vinculada a las condiciones
materiales de las instituciones sociales, a las relaciones con distintas
fuerzas de producción, a las formas sociales particulares y al desarrollo
simbólico de la sociedad.
En su libro Historia de
la Comunicación, Williams sostiene que “todas las sociedades dependen de los
procesos de comunicación y, en un sentido importante, se puede decir que se
fundan en estos”. También
se refiere a los usos que el hombre ha dado históricamente a los sistemas de
comunicaciones y expresa que “lo que ha alterado nuestro mundo no es la televisión, ni la radio, ni
la imprenta como tales, sino los usos que se les da en cada sociedad”. Cuando reflexionamos sobre estos
inventos - que nos demostraron ser eficaces -, estamos replanteando la forma de
pensar la comunicación. Más específicamente, el intentar entender las
comunicaciones siempre como una forma de
relación social, y los sistemas de comunicaciones como instituciones sociales.
El interés creciente de Williams por el estudio de la comunicación y el
universo tecnológico que lo constituye está presente tanto en el libro Comunications como en Televisión: tecnología y forma cultural.
Una idea más o menos explícita recorre
estos textos: la tecnología con que un determinado acontecimiento cultural
(libro, obra de teatro, programa de televisión) es producido, impone o
determina nuevas formas de expresión y de elaboración. Por lo tanto, el
contenido está intrínsecamente relacionado con la estructura que lo produce.
Justamente en este trabajo de 1974, focaliza su atención de modo específico en
los programas de televisión, analizando la estructura tecnológica del medio y
cómo ésta trabaja para determinar formas características de la televisión.
Su idea es aún más interesante cuando la vemos con mayor profundidad:
Williams sostiene que más allá de las distinciones que se pudieran realizar
entre programas a través de una guía, la difusión de Tv no está organizada
sobre unidades discretas (programas). Argumenta que la multiplicidad de formas
de programas no está diferenciada sino que está incorporada dentro de un flujo:
Lo que se ofrece, no es, en viejos términos, un programa de unidades
discretas con una particular inserción, sino un planificado flujo, en el cual
la verdadera serie no es la publicada secuencia de ítems de programas sino las
secuencias transformadas por la inclusión de otra clase de secuencia, así que
estas secuencias juntas componen el flujo real, la real broadcasting (difusión). (Williams;
2011: 120)
Finalmente, Williams admite que este proceder tecnológico de la
televisión provoca efectos en las conductas de la audiencia, siendo esta
relación variable a través del tiempo. En este análisis puede observarse cómo
la crítica a lo existente y el reconocimiento de las posibilidades abiertas por
las nuevas tecnologías son parte de un
mismo movimiento en la propuesta de la creación de una cultura socialista. Como
toda forma histórica, las modernas formas de la comunicación están sujetas al
cambio
Los medios de comunicación aparecen en la obra de Williams como una de
las instituciones modernas fundamentales y claves dentro de las formas y las
relaciones de producción, no sólo en sus bases económicas y tecnológicas, sino
en la producción y la distribución de sistemas simbólicos que se transmiten
mediante ideas, imágenes, informaciones y actitudes.
Bibliografía:
Williams
Raymond 1992: “Introducción” en Introducción a la Historia de la Comunicación Social
.Vol.I. Ed. Raymond Williams. Barcelona: Bosch Comunicación. Pags. 19-43.
Williams
Raymond 1992: “Tecnologías de la comunicación e instituciones sociales” en: Historia de la comunicación. Vol. II.
Ed. Raymond Williams. Barcelona: Bosch Comunicación. Pags. 181-209.
Williams,
Raymond 1980 [1977]: Marxismo y
literatura. Barcelona: Península.
Williams,
Raymond 1994 [1981]: Sociología
de la cultura. Barcelona: Paidós.
Williams,
Raymond 2011: Televisión: tecnología y
forma cultural. Buenos Aires: Paidós.
Williams, Raymond 1975:The Long Revolution. Londres: Penguin.